miércoles, 20 de abril de 2011

Weed

Y la maravillosa montaña rusa que es la vida me abre de nuevo sus puertas.
Porque hay todavía mucho por hacer.

Volví de pasar unos días en la tierra de los cedros.
http://alexpelirroja.blogspot.com/2008/11/deew.html

Beirut me sonaba a romanticismo, flashbacks de olor a naturaleza y crisol de culturas y después de dos años, ya había retrasado demasiado la visita a mi querido Nadim.

Beirut es caos, carreteras llenas de agujeros, a medio terminar, coches salidos de la nada compitiendo por ganar un rally imaginario "El tiempo que pasamos en el coche es tiempo perdido" dice Nadim.

En Beirut es posible subir a la montaña a esquiar durante la mañana y bajar a pasar la tarde a la playa.
En Beirut los taxistas centenarios te enseñan tatuajes de anclas desdibujadas.
En Beirut los locales de moda se ríen de la muerte con ataúdes como asientos.
En Beirut el tiempo se vive de manera intensa, porque lo más probable es que mañana caiga otra bomba y todos mueran.


Fueron días de sentimientos encontrados, toma de decisiones y descubrimientos personales, fueron días de conversaciones infinitas hasta la salida del sol, noches de clubs de moda y casas en mitad de la naturaleza. Fueron días, al fin y al cabo, de la más absoluta libertad.

Subida a aquella moto de alta cilindrada casco y chaqueta protectora, me abrazaba bien fuerte a Nadim, me daba un miedo atroz subir en aquella maquina, pero "Qué demonios" pensaba, igual me muero electrocutada por tocar un enchufe al volver a casa y entonces me arrepiento de no haber subido jamás.

A una velocidad pecaminosa, la adenalina corría por todos los poros de la piel, sorteando coches, furgonetas, camiones, otras motos menos veloces o más comedidas y dejando a un lado el inmenso Mar Mediterraneo y al otro las montañas con altos pinos de Beirut conducíamos hasta Biblos, el puerto más antiguo del mundo, buscandole el sentido a la vida en los kilometros recorridos.

En Biblos cenamos en The Fishing Club rodeados de fotos antiguas de cuando Beirut era centro de encuentro de los personajes más dispares, la Europa de Oriente Medio.

Los libaneses hablan una mezcla de francés, inglés y árabe, se saludan con un "Que Dios te guarde" y son de lejos las personas más hospitalarias con las que he tenido el gusto de encontrarme.

Los libaneses viven a otro ritmo y entienden otras formas de ver la vida, que ni se plantean, porque no pierden el tiempo en analizar, sólo viven, 

Aman,

     Comen,

           Bailan,

                  Corren,

                         Ríen ... 


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