viernes, 30 de mayo de 2014

Prunus.

Voy a pintar.
Ya tengo la idea. llevo dándole vueltas un par de días.
Desde que apareció, fue un susurro,
Ahora es un grito, que quiere ser liberado.

Pero he vuelto aquí antes. A mi refugio.
El único sitio donde soy yo
Donde no vendo nada ni pretendo ser nadie.
Esta página en blanco que me encuentro siempre que quiero escribir, me recuerda a la primera frase de una canción de Lemonheads.

"I know a place..where I can go, when Im alone Into your arms, into your arms I can go."


La sensación de libertad que tiene pintar una realidad
Crear lo in-creable y concebir algo estético.
Estampar el óleo espeso en la tela virgen
e imaginar y transportarse a una dimensión más abstracta.

Mientras escucho Another love de Tom Odell (Zwette edit)
Y la letra se mezcla con las pinceladas

And I wanna kiss you, make you feel alright
I'm just so tired to share my nights

hasta que estas terminan acompasadas..

I wanna cry and I wanna love
But all my tears have been used up
On another love, another love






domingo, 4 de mayo de 2014

Panama always.


Un sendero de tierra lleva a través de paisajes selváticos hacia una playa desierta.
El calor es insoportable, la tela del pareo se pega a mi piel
Y una brisa suave reaparece de cuando en cuando que me absuelve y obliga a dejarme acariciar.

Sonidos provenientes de lianas, palmeras y arboles centenarios.
Un oso perezoso cuelga de una rama. sonríe. 
El rumor de las conversaciones en otras lenguas en los cruces de caminos se entremezclan con las llamadas de pájaros cuya especie no se nombrar.

Y después de atravesar un riachuelo plagado de plantas que no identifico y movimientos convulsos de microorganismos que realizan danzas tribales de apareamiento subacuático,
Encuentro aquella playa de la que oí hablar. 

Un tronco torcido a base de vientos me recibe como cama y me hace las veces de perchero mientras corro a saltar las olas, a hundirme bajo el agua y sentir las corrientes alternas sobre mi piel bronceada.

La niña que soñaba con paraísos perdidos revive en las aguas del Mar Caribe los sueños de la infancia.
Mil veces hice el petate con un palo sucio y un pañuelo que envolvían mis pocas pertenencias, 
dispuesta a recorrer mundo con las ganas y la valentía que sólo tiene un niño.


Son las 06:00 AM y abro los ojos a un nuevo día en La Ciudad Del Saber.
Salgo a la terraza del piso 12.
Contemplo las primeras horas de luz sobre el bosque que se levanta a mis pies y del que sale una bruma de distintas tonalidades que me recuerda a mi pintura. Y a mi pequeño estudio de Extremadura.

Sonrío.

Toda la ciudad de Panamá está sepultada bajo carteles de campañas políticas.
A lo lejos se puede ver el Museo de la biodiversidad de Frank Gehry y el Causeway, ganado al mar.
En el casco viejo veo varias fotos colocadas alrededor de flores junto a un edificio reducido a cenizas.
Veo contraste. Grandes edificios pintados de un blanco impoluto y chabolas hechas de trozos de aluminio.
Pienso en el calor que debe hacer dentro de cualquiera de ellas.




Las esclusas de Gatún hacen que me maraville una vez más de lo que es capaz el hombre.
Somos tan inteligentes y crueles y fantásticos e imperfectos.
Somos tan capaces y tan saboteadores.
Somos un misterio, como lo es para mi el funcionamiento de El canal de Panamá.

Leo, en una terraza de madera bajo la lluvia. Leo sobre Afganistán, San Francisco, París y Grecia en una novela de Khaled Hosseini. Leo también sobre Iquitos y su selva que despierta instintos voraces en Pantaleón y las visitadoras
Me niego a leer las noticias. No quiero saber que pasa fuera de mi terraza, si sigue habiendo crisis en España o ha habido un nuevo altercado en Ucrania. 
Hoy no.
Hoy sólo leo fotografías congeladas en el tiempo que se han escrito para mi.


En una lancha guiada por un indígena Kuna, de nombre Ina.
Confundo el cielo con el mar, que es un espejo.
Sólo encuentro la línea del horizonte en las islas que salpican de tanto en cuando, como nubes de avión.
Hace un día maravilloso.
El sol, luce alto y siento la velocidad que acaricia mi cara y me revuelve el pelo y me transporta a mi infancia
Y pienso que qué feliz soy.
Debe ser que la felicidad o la certeza de que se es feliz en un momento concreto, contiene siempre reminiscencias de la niñez.
Me apunto la idea mentalmente para más adelante.

Y un camino hecho de aire me devuelve a mi España, aquella a la que ansío regresar después de cada escapada, porque ahora si tengo un hogar al que volver y un hueco en la tierra que lleva mi nombre escrito.

No conozco mejor sensación que la de saber de donde vienes y hacia donde vas.

Hasta siempre, Panamá.
Y gracias. Muchas gracias.

Madrid. 5 de Mayo de 2014