domingo, 14 de junio de 2020

Primavera en Los Austrias (DCovid)



Recobrar la fuerza sabiendo por donde pisas, porque la luz ha vuelto e ilumina el camino. ¡Y es que hay tantas formas de experimentar! Tantas vidas encerradas en una sola, que no hay uno que no se pueda escoger, por lo menos desde la imaginación. (La imaginación no tiene barreras físicas)La proyección de lo que podría ser y que no tiene necesariamente que ser. Ni siquiera apetece que sea.

Una vez que uno se libera del yugo de las culpas exógenas y los clichés que tanto tiempo se ha auto impuesto: Surge la libertad. Libertad entendida como el derecho a pensar dentro de una sociedad. Sin hacer daño al otro, sin buscar un propósito más allá que el de la plena felicidad. Sin someterse a ningún juicio de valor.

Un estanque tranquilo, un remanso de paz hecho a la medida de uno mismo. (Que no implica necesariamente la locura, sino el placer de descubrir la locura conscientemente y aceptarla como parte de la naturaleza intrínseca. Sin daños colaterales) Luz y oscuridad a partes iguales. Eso, sin lugar a dudas (Ahora lo puedo ver) forma el todo.

Quitarse la careta en la soledad de su palacio y abrazarla. Recibir las verdades (No objetivas) que se cuelan a través de los fotogramas y los códigos insertados para la lectura vital a través de los resortes del s.XXI. La luz de Madrid en primavera que estalla en una ventana antigua (De madera) en el Barrio de los Austrias y entra como un coladero y calienta el cuerpo y la consciencia de ser.

Un mar en calma sin ruido. Un mar que te mece como un en día de verano de juventud. Tengo 15, 18, 20 años. Floto superflua en el agua salada, escuchando el vaivén del mar que se cuela en los oídos como el rumor de las olas que se escucha en una caracola. Ruido eterno, que digo. ¡Música! Música para el alma.





"La segunda utilidad que le encuentra a su estado lúcido es aquella que siempre guio su vida: la lectura. Desde que se apaga la voz de Zenobia hasta el anochecer ocupa su tiempo en releer los libros que marcaron sus días. Uno de los títulos que allí descansan es la gran obra maestra: el Quijote. Se apaga el sol cuando llega el último capítulo. Allí, Alonso Quijano, alguna vez llamado «el Bueno», recupera la cordura tras miles de páginas abrazado a una locura suave y deliciosa. Es al abandonarla cuando comprende que todo el mundo que había imaginado de pronto se derrumba. No habrá más Dulcineas ni Rocinantes. No habrá más Baratarias ni Malambrunos. Sancho y el resto de personajes se agarran a la madera del camastro que sostiene a Alonso Quijano. Desde allí, pendientes del sonido que emitió Hölderlin al comenzar este texto, lo escuchan por fin. Es el último suspiro del Quijote. El suspiro de la locura."

El suspiro de la locura por Carlos Mayoral

https://www.jotdown.es/2020/06/el-suspiro-de-la-locura/