Existe una radio de sonidos del mundo
A veces la visito para escuchar a que suenan ahora los países en los que estuve.
Las vidas que viví.
Y pienso que ojalá tuviera una radio que me llevase al pasado
Y oírme en Suiza, expulsando el humo de un cigarrillo en el balcón copado de nieve.
Oírme en Tanzania, maravillada con la orquesta animal que sonaba al dirigirme por las noches a mi casa en el Serengueti.
Oírme en Cozumel volviendo de madrugada pisando la arena de la playa. El mar en calma.
Oírme en los Emiratos, escuchando a través de la ventana la llamada al rezo de la mezquita.
Oírme. Oírme respirar, hablar, vivir. Oír esa otra versión de mí.
Y escuchar de nuevo a los que no están, los que se fueron por propia voluntad y los que lo hicieron para siempre y sin querer. A los que sólo estaban de paso y a los que siguen a mi lado. Oír esa voz de nuevo que en mi cabeza resuena como un eco.
Cuando estaba viviendo no leía. Necesitaba acumular experiencias.
Ahora que escribo si leo. Mucho, a veces pienso que demasiado. A veces tengo que dejar de leer para vivir porque si no se me olvida. A veces, prefiero sepultarme entre las líneas justificadas. Es más seguro allí dentro. Es el parque de atracciones de la mente.
Pero a veces me descubro pensando como aquella versión de mí. Aquella que escucharía en la radio del tiempo. No es que ahora sea mejor o sea peor, soy sólo diferente y visitar el pasado es siempre una lección.
Soy todas mis experiencias y un compendio de pedazos de las tierras en las que he vivido. A veces susurro. ¡Cuantas vidas has vivido! y me relamo como un gato satisfecho.
No pienso, sin embargo, en el pasado de manera absoluta. No fue maravilloso ni aterrador. Sólo sé que existía y que existo y para mi, eso es suficiente.