martes, 28 de febrero de 2012

HOPPER Y YO


(Artículo escrito en 2010, que finalmente no vió la luz y quedo postergado en el cajón de sastre)


Hoy me paré a pensar.
Normalmente no me da tiempo. Siempre hay algo que hacer, ya saben, facturas que pagar, telefonos a los que atender o fiestas en las que bailar.



Llevo dos años fuera de mi país, y debido en parte a mi carrera, paso muchos de esos dias en un hotel.
Esta vez, estaba en un mini apartamento en Mwanza, una pequeña ciudad situada a orillas del lago Victoria en el norte de Tanzania.
Llevaba todo el día aburrida y asqueada del mundo. Dos días de hospital y un resultado final: una infección gastrointestinal producida por una ameba.

Y sentada sobre la colcha blanca de la double king size bed que me habían adjudicado de forma temporal, me vino a la cabeza Edward Hopper.

Me acordé de la primera vez que vi uno de sus lienzos, una pequeña fotografía en un libro de arte de la escuela. No entendía porque ese señor pintaba escenas vacías y de colores uniformes. No conseguía ver de que forma podia competir ese arte con un cuadro de colores explosivos como cualquiera de Kandinsky. Y pasado un tiempo, como siempre, lo fuí olvidando. Quien era Hopper para mi? Un nombre más en un libro de arte.

Hasta aquella noche en Mwanza.

Aquella noche  recordé sus escenas vacías, siempre ubicadas en hoteles o Moteles de carretera. Sus protagonistas, casi siempre mujeres de edad media, lo suficientemente adultas para conocer el juego que es la vida, lo suficientemente jóvenes como para seguir teniendo esperanza en aquella escalera de color que siempre está por llegar.
“Yo no vine al mundo, para hacer esto”.
Mirando fijamente al vacío, sumidas en pensamientos trascendentales. Quien soy yo, de donde vengo y hacia donde voy.

Las protagonistas de Hopper siempre están esperando algo. Puede ser una tarea sencilla, como que termine la película como en la pintura NY Movie o puede ser la llamada de algún amante que despierte en la memoria aburguesada el recuerdo del cálido abrazo, porque en el fondo, toda mujer ha sido Madame Bovary.

Y derrepente ocurrió. Me senti protagonista de uno de sus cuadros. Sentada en la cama, en ropa interior, mi pelo caía de cualquier forma sobre mis hombros desnudos, mirando el azul del lago Victoria a traves de las palmeras y haciendo resumen de los ultimos dias. Sentía nostalgia del tiempo vivido, ese que se nos escapa de las manos y que solo vuelve en forma de ráfagas de recuerdos. El olor de la fruta fresca, El chai de los masais o el color del Mara en Abril.

Todo se me antojaba lejano y me sentía sola. Era una soledad con mayusculas, y pensaba lo lejos que quedaba ya mi casa. Era la nómada contemporánea. De hotel en hotel, de país en país, siempre echando de menos pero siempre queriendo escapar para volver a experimentar esa sensación de llegar a un lugar Nuevo. Hacer un recorrido general por la habitación, sopesar la comodidad de la cama, abrir las cortinas y ver que es lo que me espera al otro lado de la ventana. Ser un poco Alicia, al fin y al cabo.


Sentirme una figura bocetada por Hopper, no me hizo sentir alegre, sino deprimida y quizas, un poco sorprendida por la novedad. Fumaba preguntándome si aquellas mujeres fumarían como yo o si verían la vida de la misma forma que lo hacía yo en aquel cuarto de hotel africano.

Y entonces, lo comprendí. Todas las mujeres somos mujeres de Hopper en algún momento de nuestra vida.

La novia que contiene sus dudas justo antes de andar hacia al altar bajo la Mirada orgullosa y henchida del padre.

La madre que no puede evitar preguntarse que hubiera pasado si hubiese esperado un poco a tener hijos.

La mujer, soltera, preocupada de quien la cuidará cuando ya no pueda valerse por si misma.

Para mi, Hopper es ese punto de inflexion, en el que inunda la infinita tristeza o, para no ser drámaticos, digamos mejor, nostalgia.
Nostalgia por aquellas experiencias que se quedaron en el tintero, porque las mujeres de Hopper, son mujeres de pasado misterioso Escondido por los tonos cromáticos aparentemente planos. 

Hopper, es el pintor del instante en el que la nostalgia se apodera de nosotros y no miramos a ningún lado, sino que estamos apuntando los sentidos hacia el interior, el fondo, El alma.


Lo que descubramos, ya es cosa nuestra.