Je pense à ceux qui doivent trouver en eux quelque chose après le désenchantement
Pienso en aquellos que deben encontrar algo en sí mismos después del desencanto
Honoré de Balzac
El joven Lucien llega a un París de apariencias y corrupción. De mordidas que pueden encumbrarte hacia el más absoluto éxito o hacia el infierno más profundo.
A Venecia llegué en vaporetto, como supongo llegan la gran mayoría de los turistas. Principios de mayo y el sol cegándome me dio un instante de tregua para descubrir a mi paso el gran canal. De día Venecia es una ciudad llena de turistas que buscan asimilar la sensación de trascendencia que desprenden sus edificios, puentes y pequeños canales, de noche la ciudad fortaleza se vacía y un halo misterioso la envuelve. Son dos entidades opuestas. Me imagino los ojos de alguno de los pocos residentes que quedan observando a la pareja perdida que va buscando la salida a un callejón que les lleva a un canal por tercera o cuarta vez. Un laberinto lleno de decisiones que tomar, que son irreversibles.
Puede dar la impresión de que esa pareja está bien avenida. Hablan en inglés. Él con acento francés y ella con un marcado acento español. Quizá tengan una relación larga, quizá han dejado a los niños en casa para poder disfrutar de un fin de semana tranquilo. Podría ser. Quizá son dos flaneurs que se han encontrado deambulando por la vida en busca de sentido, encontrándose en un punto intermedio en el camino del tiempo.
Esa misma pareja se acerca al Danieli y él toca la puerta con los nudillos. La noche es cerrada. Un hombre aparece al otro lado indicándoles el paso al gran vestíbulo del hotel. Ellos se asombran de no haber sido preguntados por alguna contraseña, algún precio que pagar por aquella exclusividad. Pasan al interior y un salón de sofás de terciopelo se abre a su paso. Se sientan en la barra y piden dos cocktails. Ella un negroni en honor de David Gistau (Se le arremolina su imagen, junto a la de Hemingway, junto a la de Capote en el Harry´s bar que la lleva de vuelta a Madrid al bar Cock, a aquella noche de juventud en la que entró por primera vez a ese lugar recubierto por inmensos paneles de madera, camareros con pajarita y traje blanco y pensó que eso era la vida: Un bar de cocktails por la noche, personas que entran y salen y algunos que charlan con ligereza sólo unos minutos y otros que se encuentran y parece que el mundo se haya hecho sólo para ese momento. Es como si conociese el Danieli de toda la vida porque la lleva a sentirse parte de una historia que no vivió pero que conoce) Él, elige en ese momento un White Russian que rompe el encanto en el que ella está sumida. No sabe por qué le es incómodo, la obliga a volver a la realidad.
Esa misma pareja aparece ahora de día. El lugar es la Academia de Bellas Artes y ella se ha puesto unos cascos bluetooth que tiene enlazados a su Iphone. Es entonces cuando se separan y empiezan a andar separados. Escucha Plan & Elevation V. The beech Tree de Caroline Shaw con Attacca Quartet y mientras pasea por las galerías, ya sola, le envuelve la certeza de que jamás ha observado tanta belleza junta. Recorre los pasillos como si los acariciara y se dedica a estudiar los detalles de cada parte de los cuadros de la sala de los Carpaccio. Se confirma a si misma que la vida es igual para todos: Una serie de sucesos que dependen en gran medida de la suerte. Sentimientos, decisiones, enfermedades, actos de fe y de odio, de inseguridades e inconsciencias.
Piensa entonces, de nuevo, en la suerte. Su camino, escrito o no, le deparará lo que le depare. Piensa en los desencantados, como pensaba Balzac: ¿Cómo encontrarse después del desencanto?