martes, 8 de diciembre de 2020

Resonancias negativas



Todos tenemos fantasmas que acechan en lo oscuro y que sólo están esperando el momento adecuado para mostrarse.

Puede ser un día de confinamiento voluntario cuando ya has leído, has visto y has hecho todo lo que podías hacer a lo largo de un largo día. Sabes que ese momento va a llegar y preparas atrincherada, tus recursos de apelación.
O puede ser cuando tienes baja la guardia. Cuando crees divisar a esa persona, a lo lejos en mitad de una multitud, que formó parte de tu vida pero que ahora sólo pertenece a tu pasado.
Es un esbozo perdido de la memoria que se hace corpóreo. Es un anacronismo emocional.
Esa persona que años atrás compartió todos tus secretos. Esa persona con la que pasabas las tardes de la infancia o adolescencia que es el más completo y el más valioso refugio.
Es un rayo que entra en tu cerebro y que te deja trastocada preguntándote a donde ha ido todo ese tiempo y por qué ahora te dejas arrastrar por una marea que no lleva a ninguna parte, sino que solo te mece sin destino.

Hay otros fantasmas, los más. Son los que habitan dentro de ti.
¿Qué pude hacer mejor? ¿Dónde estará ahora? ¿Podría haber evitado ese final? ¿Estoy mejor ahora? ¿Podría haber hecho más, haber visitado con más frecuencia? ¿Debería haber mantenido más contacto? ¿Y por qué no lo hice? ¿Fue egoísmo, pereza, desidia? ¿Fue miedo?

Luego está tu peor fantasma. Es el fantasma que acecha y que te corta el paso y no tiene escrúpulos ni conmiseración. Ese que te juzga sin piedad. Es el que te susurra al oído ¿Has visto todo el tiempo perdido? ¿No escuchas el correr de los años por las arrugas de tu piel? ¿Estás segura que estás donde querías estar hace quince, veinte, treinta años? ¿Cómo has hecho para desperdiciar todo este tiempo?

Y luego ya es tarde. Es tarde para todo. La fiesta acabó hace un rato y tú llegaste al final, cuando todas las anécdotas estaban contadas y los regalos repartidos.
Es esa sensación de llegar siempre tarde a la vida, de no estar donde se quiere estar porque siempre llegas antes o después pero nunca en el momento en que se levantan las copas y se brinda por la vida. 




miércoles, 25 de noviembre de 2020

Empire of light

La suma de vidas minúsculas crea una inmensidad que se mece compacta y sin rumbo arrastrada por una marea oscura. En esa oscuridad se encuentran todas las vidas inmensas, que trascendieron y crearon una resonancia de ondas. Ondas que vibran como el eco de un eco y que van a mecerse junto al resto de inmensidad, que a su vez, también es minúscula. Hay capas dentro de capas dentro de capas.

La realidad es el concepto variable del todo y la nada que separa una línea que tampoco importa nada o importa todo. Puede ser, por ejemplo, el eje sobre el que gire toda una vida. Puede ser el punto exacto en el mapa que cambió la historia o el momento más intranscendente del momento más intrascendente que jamás se vivió, en las minúsculas vidas que se mecen sin rumbo en la oscuridad.

La magnitud la da el prisma y el prisma eres tú.


"El propio pintor, que realmente vivió traumatizado por la muerte de su madre y que también era admirador de los enigmas que habitaba el Fantômas novelesco, gustaba de explicar el significado de aquel retrato de la mejor manera posible: no haciéndolo en absoluto, aclarando que su producción estaba compuesta por «imágenes visibles que no ocultan nada. Pinturas que evocan al misterio. Cuando alguien observa una de mis obras, se pregunta “¿Qué significa esto?”. No significa nada porque el misterio tampoco significa nada, es incognoscible»."

René Magritte: esto no es surrealismo por Diego Cuevas



martes, 17 de noviembre de 2020

Mar de los Sargazos


Recuerdo a mi padre sentado en su sillón con los ojos cerrados. El sillón era verde y si tuviese que describirlo, diría que era un sillón de terciopelo, por su suavidad y brillo y de un verde claro.  Como de campo en primavera. 

Recuerdo la música, que siempre era clásica y que sonaba alta y que mi padre seguía como en trance. Le gustaban especialmente las sinfonías y los réquiems. La música se me hacía de tal intensidad que me atravesaba un poco el alma. Sólo que yo entonces sólo intuía que era el alma.

Recuerdo el despacho oscuro que tenía que atravesar y que me producía una sensación cercana al miedo. Llamaba a esa puerta, que estaba entornada. Era la música la respuesta. Así que al no oír lo contrario me atrevía a cruzar la penumbra. Un escritorio de caoba enorme rematado en cuero verde oscuro se adueñaba del despacho que a duras penas se veía. Recuerdo el umbral entre sombra y luz. Esa luz que al entrar en el porche rodeado de cristal cegaba. 

Recuerdo como tocaba en el marco de la puerta a esa estancia que siempre fue mi favorita y como una voz de capitán de barco contestaba, adelante. Recuerdo el gran libro granate de la Constitución y los CD´s perfectamente ordenados en una torre negra y los huacos en su vitrina expuestos con sus desproporcionados penes que para mí entonces no eran penes sino figuritas que, en su conjunto, resultaban muy feas.  

No recuerdo el olor, por ejemplo. Aunque si recuerdo, años antes, el olor a postre recién hecho en la cocina que era el territorio de mi madre. Luego ya no fue más suyo sino que quedó como una tumba abandonada, olvidados los moldes de tartas relegados a la parte más oscura de la despensa. Caducados los tarros de siropes desde el año 92. Esa cocina nunca se recuperó de su nostalgia y flotaba en ella un aire de pérdida.


***


Millones de recuerdos -los de toda la humanidad- vagando como energía a través de las galaxias a través de los tiempos. Un minúsculo mar de sargazos en un océano oscuro que contiene la nada. Y esa energía salada que contiene la eternidad.


***


"Lo absurdo nace de esa confrontación entre el llamamiento humano y el silencio irrazonable del mundo. Eso es lo que no hay que olvidar. A eso hay que aferrarse, pues toda la consecuencia de una vida puede nacer de ello. Lo irracional, la nostalgia humana y lo absurdo que surge de su cara a cara, he aquí los tres personajes del drama que debe terminar necesariamente con toda la lógica que es capaz una existencia". 

El mito de Sisífo, 1942. Albert Camus


domingo, 14 de junio de 2020

Primavera en Los Austrias (DCovid)



Recobrar la fuerza sabiendo por donde pisas, porque la luz ha vuelto e ilumina el camino. ¡Y es que hay tantas formas de experimentar! Tantas vidas encerradas en una sola, que no hay uno que no se pueda escoger, por lo menos desde la imaginación. (La imaginación no tiene barreras físicas)La proyección de lo que podría ser y que no tiene necesariamente que ser. Ni siquiera apetece que sea.

Una vez que uno se libera del yugo de las culpas exógenas y los clichés que tanto tiempo se ha auto impuesto: Surge la libertad. Libertad entendida como el derecho a pensar dentro de una sociedad. Sin hacer daño al otro, sin buscar un propósito más allá que el de la plena felicidad. Sin someterse a ningún juicio de valor.

Un estanque tranquilo, un remanso de paz hecho a la medida de uno mismo. (Que no implica necesariamente la locura, sino el placer de descubrir la locura conscientemente y aceptarla como parte de la naturaleza intrínseca. Sin daños colaterales) Luz y oscuridad a partes iguales. Eso, sin lugar a dudas (Ahora lo puedo ver) forma el todo.

Quitarse la careta en la soledad de su palacio y abrazarla. Recibir las verdades (No objetivas) que se cuelan a través de los fotogramas y los códigos insertados para la lectura vital a través de los resortes del s.XXI. La luz de Madrid en primavera que estalla en una ventana antigua (De madera) en el Barrio de los Austrias y entra como un coladero y calienta el cuerpo y la consciencia de ser.

Un mar en calma sin ruido. Un mar que te mece como un en día de verano de juventud. Tengo 15, 18, 20 años. Floto superflua en el agua salada, escuchando el vaivén del mar que se cuela en los oídos como el rumor de las olas que se escucha en una caracola. Ruido eterno, que digo. ¡Música! Música para el alma.





"La segunda utilidad que le encuentra a su estado lúcido es aquella que siempre guio su vida: la lectura. Desde que se apaga la voz de Zenobia hasta el anochecer ocupa su tiempo en releer los libros que marcaron sus días. Uno de los títulos que allí descansan es la gran obra maestra: el Quijote. Se apaga el sol cuando llega el último capítulo. Allí, Alonso Quijano, alguna vez llamado «el Bueno», recupera la cordura tras miles de páginas abrazado a una locura suave y deliciosa. Es al abandonarla cuando comprende que todo el mundo que había imaginado de pronto se derrumba. No habrá más Dulcineas ni Rocinantes. No habrá más Baratarias ni Malambrunos. Sancho y el resto de personajes se agarran a la madera del camastro que sostiene a Alonso Quijano. Desde allí, pendientes del sonido que emitió Hölderlin al comenzar este texto, lo escuchan por fin. Es el último suspiro del Quijote. El suspiro de la locura."

El suspiro de la locura por Carlos Mayoral

https://www.jotdown.es/2020/06/el-suspiro-de-la-locura/