martes, 9 de febrero de 2010

Los elefantes del alba.



Yo estaba ciega.

O eso pienso en momentos como este.


Saitoti viene a busarme a las 5:30 de la mañana, vestido con su manto a cuadros rojo y negro y armado con su lanza masai.


Es todavía de noche, pero el cielo esta iluminado con una media luna y miles de estrellas.

Menudo espectáculo!

Y yo me siento en primera fila.


A lo lejos, suena el estruendo de un elefante en el río, mientras llega el alba con todas sus luces, la silueta se recorta con la figura de las colinas uniformes, y el color de las acacias cambia por segundos.


Esta luz, Oh, esta luz es incomparable.

La luz de Africa, del comienzo y el fin de la vida.

Donde las palabras, contaminación, inflación y consumismo pierden todo su significado.

Porque ahora lo que cuenta, es la luz, amigos.

Los sonidos, el olor del café de Kenia recien hecho, Café nuevo como diría Teresita, mezclado con el rocío.

Los pasos elegantes de los Masais, dibujando siluetas esbeltas a lo largo del camino.

Las tenues luces de velas que se van a pagando, una por una, hasta que el día llega.


Esto es Africa.

Una fuente de belleza extrema.

Un lugar en el que se respira gratitud con la vida y con todos los dioses que crearon la tierra

Una historia de amor tierno entre el paisaje y tú.


Jamás pensé que encontraría el amor en Africa, y que ese amor, se materializaría en forma de paisajes y de gentes.


Soy muy feliz.


(La foto es un robo descarado a un amigo mío que también vive en Tanzania, que me perdone la SGAE)


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