Haj regő rejtem
Hová, hová rejtsem...
Hol volt, hol nem: kint-e vagy bent?
Régi rege, haj mit jelent,
Urak, asszonyságok?
Ím szólal az ének.
Ti néztek, én nézlek.
Szemünk pillás függönye fent:
Hol a színpad: kint-e vagy bent,
Urak, asszonyságok?
Keserves és boldog nevezetes dolgok,
az világ kint haddal tele,
de nem abba halunk bele,
urak, asszonyságok.
Nézzük egymást, nézzük, regénket regéljük.
Ki tudhatja, honnan hozzuk?
Hallgatjuk és csodálkozzuk,
Urak, asszonyságok.
Texto del prólogo de El Castillo de Barbazul
En el ballet pantomima El Mandarín maravilloso y la ópera El castillo de Barbazul, las dos de un acto, las dos de Béla Bartók, aparece al comienzo de cada una un poeta solo en escena. Éste recita unos versos en húngaro a modo de prólogo. El poeta se pregunta dónde está el escenario, si dentro o fuera. Habla del refugio del espectáculo en tiempos de guerra y como estos, en realidad son lo mismo. Todo es espectáculo. Sólo que uno es una ensoñación y el otro el lugar donde vivimos nuestras vidas. ¿Por qué no entonces perderse un poco en una fantasía, bajar los párpados y dejarse ir?
Producen una sensación de desasosiego sus dos obras. Quizás más El Mandarín maravilloso que el Castillo de Barbazul. La primera fue escrita en 1917. Supongo que sólo reflejaba el sentir del compositor justo al final de la primera guerra mundial. Aquella en la que no quedó nada de las ciudades, ni del futuro de su país, Hungría. Más tarde en octubre de 1940, Bartók y su esposa, Ditta Pásztory, dejarán su patria para instalarse en Nueva York. Allí permanecerá hasta su muerte en 1945 sólo cinco años después. Fue la guerra el motivo, por supuesto. Quizás ayudó la impotencia de ver la destrucción de su mundo por segunda vez. O quizás que Hitler intentará instrumentalizar su obra llena de folklore popular, como panfletada nazi. Ya lo hizo con Strauss antes.
Casi al final de Barbazul compuesta en 1911, Judit ha llegado a la habitación en la que hay un lago blanco y yerto que resulta ser de lágrimas. Primero piensa que pertenecen a su nuevo y rico esposo. Más tarde acaba comprendiendo que son las lágrimas de las tres esposas anteriores de su marido. Pero eso no lo verá hasta el final. Hasta que todo esté perdido. Antes descubre un hermoso jardín en otra estancia cerrada, pero sus narcisos gigantes están mojados de sangre, así como las coronas y joyas de la habitación de los tesoros. Todavía hay misterio, pero no verdad.
Al llegar a la última puerta, descubre a sus tres predecesoras. Las esconde Barbazul en la última de las siete habitaciones cerradas bajo llave. Esas que le enriquecieron a través de generosas dotes a cambio de un sueño que se tornaría en pesadilla. En la última escena, Barbazul explica a su cuarta esposa a la que conoció al anochecer, que la primera llegó a su vida una mañana, la segunda al mediodía y la tercera por la tarde con la llegada del ocaso. Es entonces cuando Judit conoce sus destinos y por ende el suyo: Acabar en esa habitación. El de su marido será estar solo de nuevo y para siempre, en un bucle infinito.
Antonio Gramsci, pensador y político italiano dijo que cuando el viejo mundo se muere y el nuevo tarda en aparecer, en ese claroscuro surgen los monstruos. Bartók murió sabiendo que la segunda guerra mundial había acabado. Sin embargo, sufría por saber que su tierra había sido devastada por segunda vez. Así que en este año, en este momento de la historia que vivimos y en mitad de la ópera, cerré los ojos y apareció. Era la primera frase de la la reescritura de la primera novela que he escrito. Sonreí en la oscuridad y agradecí a Bartók haber compuesto aquello. Como el poeta, pensé: Todo es espectáculo, sólo que uno es una ensoñación y el otro el lugar donde vivimos nuestras vidas. ¿Por qué no entonces perderse un poco en una fantasía, bajar los párpados y dejarse ir?

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