Y llegó el día de la molicie
En el que el reloj dejó de funcionar, trajiste un cepillo lleno de intenciones y tu lengua encontró todos mis espacios
En el que nos dedicamos a conversar sin interrupciones y a estudiar nuestros cuerpos como alumnos aventajados.
Encontraste en mí el recipiente perfecto donde volcar tus cuidados
Te dejaste hacer sin pedir nada a cambio
Te dejaste recorrer todos los centímetros habitables de la piel
Fuimos uno durante dos días de principio de verano
En el que la brisa suave y fresca de junio inundó todas las estancias de mi casa y la música sonó, se filtró la algarabía de las gentes como la luz a través de las cortinas, y se mezcló con nuestros suspiros de placer.
Estuvimos suspendidos en el tiempo subjetivo y creamos nuestro propio paraíso.
Te fuiste en el momento exacto en el que la casa empezó a reconocer tu olor y yo me quedé en mi solitud, relamiéndome como un gato.
La piel todavía erizada.
Sensaciones que se van haciendo recuerdos.
Volverás y volverán esos días de molicie. Volverás a por tu cepillo y volveremos a besarnos con los labios húmedos y calientes.
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