martes, 14 de junio de 2016

Los comienzos perpetuos


Existe una escena, en la película de Stephen Daldry "Las horas", donde la hermana de Virginia, le dice a sus hijos delante de esta "Vuestra tía es muy afortunada, porque tiene dos mundos. El suyo y el de su libro"

Escribir. Escribir. Escribir. 
Mi proceso de escritura, es bastante parecido al de mi pintura.
Una idea, un pensamiento abstracto que se queda en el cerebro como una mota de polvo en el cristal de unas gafas. El resultado, es que a partir de ese momento, empiezo a ver borroso y ya no me concentro hasta que explota y escapa siendo un ente casi independiente.

He intentado esconderlo y hasta incluso olvidarlo. He intentado drenar los impulsos de otras formas, pero no consigo el mismo nivel de satisfacción. 

Y es cuando Virginia dice "No se puede hallar paz, evitando la vida, Leonard." Y sintiéndome más identificada con el personaje esquizofrénico de Virginia Wolf que con su cerebral y pragmático marido, Leonard, vuelvo a decirme a mi misma, que no tengo que olvidar, sino crear.

Esta constante búsqueda de experiencias, ese fuego que no apago porque ni me da la gana, ni me interesa, es una recopilación de información para lo que vendrá. "Connect the dots" decía Steve Jobs en ese maravilloso discurso en Stanford y en eso estoy, Steve, en eso estoy.




He descubierto a Jabois
Este tipo, me emociona hasta el punto de enamorarme. 
Y debo confesar, que es imposible que yo lea un libro, sin enamorarme un poco de quien lo firma
Se admira lo que a uno le gustaría tener y no tiene. 
Se refleja en el amor platónico, las cualidades que uno busca.
  
En el artículo de Jabois titulado "Nos destrozamos nosotros mismos" se encuentra una descripción de Hemingway sobre el talento de Fitzgerald

“era tan natural como el dibujo que forma el polvillo en un ala de mariposa. Hubo un tiempo en el que él no se entendía a sí mismo como no se entiende la mariposa, y no se daba cuenta cuando su talento estaba magullado o estropeado. Más tarde tomó conciencia de sus vulneradas alas y de cómo estaban hechas, y aprendió a pensar pero no supo ya volar, porque había perdido el amor al vuelo y no sabía hacer más que recordar los tiempos en que volaba sin esfuerzo”.

Fitzgerald, un tipo que debería sonarle a cualquiera que haya pasado por el colegio y que haya leído dos libros, tenía un profundo sentimiento de inferioridad frente a Hemingway. 

Fitzgerald, una figura clave en la literatura del S.XX, el escritor de "El Gran Gatsby" o "Suave es la noche" Tenía un absoluto terror a no trascender.


La huella y el ¿por-qué-estamos-aquí-y-para-que-hemos-venido? ¿No sería, queridos, mucho más aburrido el tener toda la información de primera mano? Nos convertiríamos en un conductor de metro que hace todos los días el mismo recorrido. Viviríamos de forma mecánica. ¿No saca el sufrimiento vital lo mejor de nosotros mismos? ¿Conoceríamos a Fitzgerald si no existiese el vacío existencial? 

Y sobre todo ¿existiría el romanticismo como movimiento? Los lugares decadentes, los horizontes infinitos imaginados por poetas malditos, la vida escudriñada desde todos sus ángulos.

Hay veces, que a la belleza, se llega por caminos tortuosos, introspectivos, solitarios. Igualable al esfuerzo físico que realiza un escalador al plantearse el reto de subir una montaña, y llegar a conquistar la cima. Subir sabiendo que pocas personas han subido tan alto ni han vivido la crudeza del esfuerzo agotador. Y al llegar, un horizonte infinito y el mundo a sus pies.
No hay más belleza que esa, 
Porque esa belleza, queridos, contiene la eternidad.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta que estés de vuelta.