miércoles, 11 de julio de 2012

Casi el paraíso


Méjico es de color verde, gris y azul.
Una carretera que se extiende hasta el infinito cercada por plataneros.

Existen en Méjico muchos Méjicos distintos.
Existen estados independientes de espíritu
y cada uno de ellos te cuenta una historia distinta.

Yo conozco el Méjico de las gentes amables,
La vida tranquila de una isla en el mar del Caribe.
Donde el pueblo es honrado y hasta se podría decir, que aburrido.
La isla es una tregua de un narcocorrido de cualquier grupo de música norteño.

Yo conozco el Méjico de los aluxes y las matriarcas de prolíferas familias que pasan el domingo entero sobre la arena de su isla, a remojo.
De los niños que juegan en la arena
De los lugareños orgullosos.






Yo conozco el sonido del Mercado de Mérida,
Las mestizas, vestidas de blanco venden sus mercancias del día.
Algunas se afanan amasando el pozole, otras, venden flores pero todas, siguen la misma tónica física de cabello blanco, cuerpo grueso hecho a base de maíz, edad avanzada y bonitos vestidos cosidos a mano repletos de colores llamativos.

Yo conozco Chichen Itza, y los silencios llenos de misticismo
El sonido de los juegos de pelota, los sacrificios, las estrellas hechas piedra.
Como un eco repetido por miles de años
Chichen Itza, mágica, descubriendo su misteriosa belleza a aquel que quiera descubrir.

Méjico es infinito, y yo lo quiero recorrer,
Como la lengua enamorada recorre el cuerpo del amante.
On the road siempre.
Siempre hacia delante. 

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