martes, 18 de noviembre de 2008

2 + 2 = 5


Ultimamente me ha dado por llevar mi bufanda de corbata.
Así, porque si.

Acabo de terminar de leer Siddhartha de Hemann Hesse. Me llevó tiempo leerlo y sobre todo asimilarlo. Me llevó tiempo entender que Hesse no habla más que del ciclo de la vida y que la conclusión es que todos cometemos los mismos errores. Hay que caer en las tentaciones para poder rechazarlas después, es al fin y al cabo, un canto a la vida.

Experimenta!, me dice entre líneas, y con la experiencia y los años te llegarás a encontrar. No malgastes tu juventud pensando, vive.

Construye una historia que puedas contar y elige tú mismo el género, los capítulos y el final.



Esto se acaba.
En unas tres semanas vuelvo a Madrid. Y me esperan noches de caza de luna llena y conversaciones de bar, Baños y cigarrillos liados a mano. Para luego volver aqui, al mismo sitio cambiado de forma radical. Nuevos retos, nueva gente y de nuevo yo.

Se me cierran los ojos porque mi subconsciente sabe que mañana me levantaré de noche y de noche volveré a casa. Pero no puedo evitar la oscuridad, que es donde me refugio para escribir, reflexionar, amar.

Mi lado decimonónico ha vuelto a hacer de las suyas, y es debido a la película que acabo de ver Wuthering Heights. y lo mejor es Heathcliff mirando el horizonte apoyado en un arbol muerto. Heathcliff, como Lolita, Madame Bovary, La Cecile de Françoise Sagan o incluso Holden, son arquetipos de posturas ante la vida.

- Eres Holden.
- Por qué?
- No, eres Dorian. Aunque quizá tendrías que ser más rubio para parecerte.
- Más rubio?
- No espera. Definitivamente eres Holden.

Quería poner este vídeo:
http://www.youtube.com/watch?v=mZTslh_e2iE

Buenas noches, queridos.


miércoles, 5 de noviembre de 2008

Sometime later


Hac unos cinco años estuve durante dos horas hablando con un vagabundo que solía dormir debajo del tunel de peatones que hay en Colón
Muchos de vosotros, los que vivís en Madrid, lo habreis visto alguna vez. No logro recordar su nombre.
Le cambié un par de cafés por algo de conversación.
Nunca llegué a decidir, quien necesitaba más la charla de los dos.

La noche de fin de año, pasados hacía horas los fuegos artificiales del puerto, en una furgoneta americana, con un grupo de estudiantes, subí a la parte más alta de la isla a ver el amanecer. El Pacífico rompía con fuerza contra la tierra. Allí, Ian me prestó su camisa al notar que temblaba de frío.

Eran más de las seis de la tarde. Y aunque el calor seguía siendo insoportable, decidimos no esperar más para ir a la ciudad de Mali.
Ví mujeres musulmanas imposiblemente tapadas y niños corriendo detras de un balon invisible, a lo largo de una fila interminable de palmeras.

Era de noche y caminaba lentamente de camino a la casa de campo, con un cigarrillo en la mano. Wanda me seguía, me miraba y echaba a correr persiguiendo algún rastro de vez en cuando. Ladró una vez y a lo lejos vi una cierva que no apartaba su mirada de mi.
Me quedé completamente quieta sin apartar mis ojos de los suyos. Duró algo menos de un minuto.
De repende se dió la vuelta y desapareció en la oscuridad de los olivos.


Era de noche y debía tener unos dieciocho años. Me escondía en una sala, que aunque pegada a la casa, tenía una puerta independiente para acceder. La llamabamos El cuarto de música. Me gustaba porque podía gritar sin que nadie me oyese. Me encerraba para no saber nada del mundo y veía películas. Una detrás de otra.
Era una película francesa, de la que nunca llegué a saber el título. De vez en cuando me viene a la memoria, cas como si la hubiese visto ayer.


Esos momentos que se quedan en la retina. Que vuelven en forma de flashback cuando hueles o tocas algo o escuchas esa canción. Ese algo que siempre se ha intentado inmortalizar en las películas.

Esa, queridos amigos, es para mi la esencia de la vida. El extracto que se saca al exprimirnos como si fueramos toallas en un largo día de playa.


sábado, 1 de noviembre de 2008

Deew

La primera vez que le vi pensé que era un soberano gilipollas.
Rebelde, inmaduro y corto de miras.

Nadim, es de El Líbano, de la capital. Beirut. No es muy alto y es ancho de cuerpo. El pelo lo tiene crespo y corto y en un sólo día le crece la barba.

Nadim es cristiano ortodoxo.

Tiene una nariz peculiar y los labios carnosos. A primera vista no se piensa que es guapo, ni siquiera atractivo.

Una vez fumando un cigarro a cielo abierto, oyó el sonido de un avión. Se agachó de inmediato, con los brazos en posición de defensa. El resto de personas que ahí estabamos, le miramos entre el desconcierto y la sonrisa dibujada.
Se puso derecho y bajando los hombros y levantando las palmas se justificó: "La guerra, ya sabeis"



No se como un día me encontré bromeando con él y le pregunté: "Nadim, Cuando nos hicimos tan amigos?" Realmente nunca supe como llegamos a ese punto. Pero con el tiempo, me fuí dando cuenta que era imprescindible en mi vida aqui.

Nadim me hacía reír cuando estaba triste, también me retaba a escalar montañas o a bajar al bosque a mediodía. Me explicó el significado de todos sus tatuajes. Incluído uno con nombre de mujer en la cadera.

Siempre hablaba de la casa que tiene en las montañas libanesas, donde va con sus amigos de acampada. Nadim hablaba contigo en francés, árabe e inglés al mismo tiempo, y aún así le entendías.


Por motivos totalmente injustificados, en el plazo de una semana Nadim ha vuelto a Beirut.
Así que sus últimos días en Suiza los pasamos juntos. Lloramos y reímos y nos prometimos mantener una amistad eterna.

Ahora sonrío, porque acabo de recibir un mensaje en el que me dice que ahora mismo está en su casa de las montañas, con todos sus amigos y que en enero volverá a Suiza.

Y yo me acuerdo de eso que me dijo sentados frente a un chocolate caliente, hace ya un par de días:

"He perdido la batalla, pero no la guerra..."